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Sexo, sexualidad y erótica de las personas con discapacidad


“La capacidad de sentir, vivir, expresar y compartir sensaciones corporales, afecto y ternura, poco tiene que ver en principio con la edad, con determinadas lesiones, enfermedades o minusvalías. El sexo forma parte de nuestra vida y no tiene sentido escindirlo de ella” (J.L. García, 2000).

En la actualidad cuando se habla de sexualidad no sabemos realmente a que nos estamos refiriendo, existe una gran confusión conceptual cuando utilizamos este término, así nos sirve para referirnos a la genitalidad, o también cuando deseamos hablar de relaciones coitales, e incluso cuando queremos expresar afectos o sentimientos.

Así en la teoría del Hecho Sexual Humano se diferencian tres registros claramente relacionados entre sí, aunque igualmente diferenciables: la sexuación, la sexualidad y la erótica.

La sexualidad es la manera en que cada persona tiene de vivir “el hecho de ser sexuado”. Es una categoría subjetiva y no hace referencia exclusivamente a planteamientos anatomofisiológicos. La referencia más clara de la sexualidad son “las vivencias” y como cada cual se siente en su intimidad y cómo va viviendo ese proceso de construcción en hombres y mujeres. Es la manera propia de verse, sentirse y vivirse como ser sexuado, como uno de los dos sexos. El terreno de la sexualidad es el de lo peculiar, de las sexualidades en plural

La erótica se refiere a la forma concreta de expresar lo anterior, lo que somos y lo que vivimos, con múltiples formas de expresión y que es personal y particular.

En el desarrollo de la erótica entran en juego muchos factores, pero también los propios valores y creencias, la forma de pensar y de entender las relaciones sexuales y las relaciones de pareja, los sentimientos y la importancia que se den a los mismos, así como todas las demás cosas que se puedan considerar importantes. De todo esto, así como de otras influencias, acabará surgiendo un tipo de erótica propia.

Tabla resumen

Sexo

Algo que se es

Procesos de sexuación

Sexualidad

Algo que se siente

Vivencias

Erótica

Algo que se desea

Deseos

Amatoria

Algo que se hace

Conductas

Cuadro resumen Hecho Sexual Humano

Según este modelo se trata de partir de la vivencia de las propias sexualidades y de la expresión de la propia erótica para que, a partir de las peculiaridades personales las personas puedan sentirse a gusto y por lo tanto y desde este enfoque positivo evitar situaciones que no desean (embarazos, enfermedades, violencias...).

Habría que empezar diciendo que no hay particularidades eróticas en las personas con discapacidad, más allá de los relacionados con la propia característica central -la diversidad- de la erótica humana.

Entre los matices diferenciales, además del ya señalado sobre la “evaluación”, pueden considerarse dos aspectos contextuales que no siendo estrictamente eróticos sí resultan a la postre nucleares en la realización erótica de estas personas. Estos son: las particularidades derivadas de la deficiente socialización sexual y las derivadas del restringido acceso a un universo íntimo propio.

Deficiente socialización

Así como acabamos de afirmar el discreto papel del aprendizaje en lo que a procesos de sexuación y a evolución de la sexualidad se refiere, no puede decirse lo mismo en cuanto al universo de la erótica. Por ejemplo, todo cuanto tiene que ver con la erótica y la técnica amatoria suele adquirirse mediante procesos habituales de aprendizaje (bien autoexploración, bien aprendizaje vicario, bien cualquier suerte de influencia externa formal o informal).

Básicamente lo que de aprendido tiene la sexuación, la sexualidad y la erótica se aprende mediante lo que se ha llamado educación incidental o informal. Por decirlo de algún modo la información sobre “lo sexual” está en una especie de parque público simbólico a la que todos y todas tenemos algún acceso más o menos abierto o más o menos restringido.

Lo peculiar de las personas con discapacidad –además de su propia y característica dificultad para aprender- es la restricción a la que se ven sometidos respecto a cualquier contenido de naturaleza sexual. Sobre esto hay una especie de consenso cultural de difícil quiebra.

Así que, entre sus propias dificultades y los obstáculos que como cultura les ponemos, lo cierto es que casi siempre la socialización sexual es escasa, torpe y desde luego nada o muy poco formalizada y elaborada. En otras palabras: no es educativa.

Este fenómeno que tradicionalmente ha querido servir a un fin: preservarles de los peligros de “lo sexual”, ha servido casi siempre precisamente para todo lo contrario. Los mecanismos de preservación que tradicionalmente se han seguido han sido fundamentalmente tres:

  1. la negación de la existencia misma de su sexualidad (mediante un mecanismo intelectivo curioso consistente en negar la sexualidad infantil en primer término y presuponer su infantilidad eterna).

  2. la represión sistemática de cualquiera de sus manifestaciones eróticas con la consecuente sistemática de cuidado y vigilancia que tantas veces ha dificultado su desarrollo no sólo sexual, sino también educativo, social, etc.

  3. la impermeabilización absoluta sobre cualquier contenido real o simbólicamente relacionado con la sexualidad.

Lo primero ha servido sobre todo para protegernos nosotros mismos de una sexualidad que nos es siempre –por unos u otros motivos– amenazante. Lo segundo ha servido para promover la conducta desajustada. Y lo tercero ha servido para dificultar aún más su ya deficiente socialización sexual.

Reconocer las necesidades afectivas y su evolución.

  • Desarrollar habilidades como la comunicación, la empatía, la expresión emocional que permitan vivir la erótica y las relaciones personales de manera adecuada.

  • Aprender a reconocer las situaciones de riesgo del comportamiento sexual.

Esta continuidad en el programa es esencial, en primer lugar, porque el cambio de conductas, la adquisición de hábitos y de actitudes es un proceso largo en el tiempo; y en segundo lugar, porque esta continuidad nos dará tiempo para la evolución de las actitudes y comportamientos de la propia familia a la hora de afrontar sus miedos y sus dudas sobre la sexualidad de la persona con discapacidad intelectual

Se tiende a pensar que la sexualidad de las personas con discapacidad es cuanto menos “especial”. Por lo general tiende a pensarse que es una sexualidad más intensa, menos ajustada, más expuesta a peligros, más descontrolada, etc.

Algunos de los mitos más conocidos, y erróneos, sobre la sexualidad en general y sobre la sexualidad de las personas con discapacidad, son los siguientes:

  • La persona discapacitada no tiene necesidad de expresión sexual.

  • Subestiman las fantasías sexuales.

  • El cuerpo de una persona con discapacidad no puede producir placer.

  • La única satisfacción sexual a la que puede aspirar es la de satisfacer a su pareja.

  • Temor a la transmisión genética de la lesión.

  • Temor a que la actividad sexual acelere la enfermedad.

  • A determinadas personas discapacitadas (según el tipo de discapacidad), se le atribuyen deseos perversos y excesivos, debido a su sexualidad reprimida.

  • La única forma correcta y placentera de obtener placer sexual es el coito.

  • El uso de medios accesorios para el placer es pecado o degradante.

  • La masturbación es una enfermedad o un vicio.

Estas percepciones se relacionan con tres hechos que han de ser tenidos en consideración:

  1. La merma de privacidad de las personas con discapacidad que se deriva de su tutela.

  2. Las peculiaridades del propio proceso de socialización sexual de las personas que están determinadas no sólo por sus niveles o formas de discapacidad, sino por la voluntaria impermeabilización sexual que el resto de la sociedad les “administramos”.

  3. El miedo de las familias que relacionan sexualidad con peligro y miedo al embarazo. Estos tres fenómenos se complementan y producen un sesgo perceptivo mediante el cual tendemos a atribuir las causas de los “desajustes” a la naturaleza sexual de estas personas y no al encuadre entre esta naturaleza sexual y sus condiciones biográficas y vitales

El universo de lo íntimo nos es necesario a los humanos y por supuesto también a las personas con discapacidad. En el universo de lo íntimo no rigen las reglas públicas: prevalece el deseo sobre la obligación, el sujeto sobre el grupo, la intuición sobre la lógica, el placer sobre el esfuerzo, lo inmediato sobre lo mediato, etc., etc.

En medio de todo esto, determinadas poblaciones –la de las personas con discapacidad es especialmente grave- tienen muy restringido su acceso a un tiempo y un espacio de absoluta privacidad.

Con ellos suele prevalecer la tutela, la prevención, la economía de medios (siempre insuficientes) y el control sobre su intimidad. Esta situación anómala (agravada por la aparente insensibilidad, sino ceguera) tiene numerosos costes, pero no serán los menores los de índole erótica.

¿Cómo asumen la sexualidad las personas con discapacidad?

Existiendo un amplio consenso en que desde el punto de vista de las necesidades fisiológicas y afectivas son personas iguales a las demás, con los condicionantes ya comentados previamente, podemos reseñar algunas características de la especificidad con que asumen la vivencia de la afectividad y sexualidad las personas con discapacidad (de Dios et. al, 2006; García et al., 2007; Godoy, 2007):

  • Se caracterizan eminentemente por la espontaneidad, el juego y la realización, aunque presentan dificultades para discriminar conductas de riesgo, tanto para los demás como para sí mismos o mismas. Sus dificultades sociales, para comprender dobles intenciones y poner límites, las hace vulnerables.

  • El tipo o grado de discapacidad influye de forma decisiva en su capacidad para comunicar intereses, determinar expectativas y configurar identidades singulares respecto de sí y de los otros y otras. Dentro de la discapacidad podemos encontrar muchas diferencias en las capacidades de analizar situaciones y, sobre todo, en la comunicación. Abordamos una amplia variedad de necesidades de apoyo en lo relativo a habilidades de autonomía, en autodeterminación de organización de proyectos vitales y de habilidades sociales y relacionales.

  • Precisamente, las relaciones interpersonales, así como las pautas de convivencia cotidiana, serán de una variadísima expresión, dependiendo básicamente, de los apoyos recibidos.

  • Aunque no tiene porqué verse afectada en estas personas la necesidad de tener experiencias sociales basadas en vínculos significativos (afectivos y sexuales), sí que podemos encontrar importantes limitaciones en las posibilidades reales de establecer relaciones sociales complejas, la capacidad de gestión de la propia identidad y la del otro o la planificación de secuencias de acción apropiadas.

  • Pero también, muchas personas con discapacidad tienen muy buenas capacidades, demandan información y aprovechan de forma extraordinaria el aprendizaje de comportamientos adecuados y de medidas de autoprotección

  • Desde su infancia muchas personas con discapacidad tienden a ser más desinhibidos/as en la forma de iniciar y llevar a cabo la exploración del cuerpo. Además, experimentan con mucha ‘normalidad’ la aparición y maduración del interés sexual. La naturalidad es más característica en su experiencia erótica o amatoria que desde conceptos establecidos socialmente como conductas apropiadas.

  • En general, suelen tener oportunidades de socialización mucho más escasas y sus contactos sociales son reducidos, por lo que disponen de menos oportunidades para observar, desarrollar y practicar habilidades sociales, especialmente en la adolescencia.

  • Debido a sus dificultades comunicativas se “pierden” con frecuencia información valiosa, sutiles mensajes, verbales y no verbales, de la relación entre sus pares, en la televisión y en la escuela.

  • Pueden tener dificultades para tomar decisiones y para pensar de un modo realista sobre las situaciones, y a veces no poseen las habilidades sociales necesarias para solucionar las situaciones que viven en este aspecto. Además, su nivel de lectura y comprensión puede limitarles el acceso a material impreso o de calidad

Esto ha sido especialmente manifiesto en el caso de las personas con discapacidad, consideradas carentes de capacidad de decisión o voluntad, y por tanto, sujetos pasivos. Por tanto, en su sexualidad se prioriza su potencial carácter de víctimas de abusos, frente a la posibilidad de que puedan tener relaciones sexuales consentidas, deseadas y satisfactorias Esto genera una necesidad de protección de estas personas por parte de su entorno, no sólo de los abusos, de embarazos, de desilusiones amorosas… Pero esta protección, en muchas ocasiones, impide a la persona con discapacidad vivir su propia vida y aprender de la experiencia, se convierte en una sobreprotección basada exclusivamente en sus dificultades para superar diversas situaciones. En estos casos puede que seamos nosotros mismos y nosotras mismas quienes estemos haciéndoles diferentes, pese a que en otros ámbitos estemos luchando por su inclusión, porque ¿quién de nosotros no ha sufrido un desengaño amoroso? ¿ y no merece la pena enamorarse? ¿ no puede ser que por protegerles estemos negándole también todo aquello que hace que nuestras vidas merezcan la pena ser vividas?

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